Ponencia del Dr. Alberto Martí Bosch el 1 de noviembre de 2009 en Madrid durante el III Congreso Internacional sobre Tratamientos Complementarios y Alternativos en Cáncer bajo la tutela de WACR (World Association for Cancer Research) y Discovery DSALUD, sobre «Cómo afrontar el cáncer de forma holística», en la que se trata de dar respuesta al motivo de aparición y al modo de hacer frente no sólo al cáncer, si no a la mayoría de enfermedades. En ella, el Dr. Martí Bosch alude al anatomopatólogo y catedrático de la facultad de Medicina de Viena Alfred Pischinger (1899-1982), como la persona que abrió las puertas de la comprensión con su trabajo «Matrix and Matrix Regulation: Basis for a Holistic Theory in Medicine» (ISBN-10: 2804340007, ISBN-13: 978-2804340001), donde viene a decir que la mayoría de las enfermedades empiezan no en las células, sino alrededor de ellas, en el espacio intersticial, como consecuencia de fallo renal, fallo hepático, fallo pulmonar o fallo multi-sistémico (todos a la vez).
Entender el problema
Pischinger fue el primero en describir el papel regulador que juega el tejido conjuntivo que rodea a la célula (hasta entonces se suponía un tejido irrelevante), con funciones como el intercambio de agua, oxígeno y electrolitos, además de la regulación ácido-alcalina y diversos sistemas de defensa, y comparó el plasma intersticial presente en un estado funcional con el presente en un estado mórbido (o enfermo). Mientras en el estado funcional, el exterior de la célula era alcalino (estaba limpio), de la observación en células tumorales concluyó que, aunque su interior sí era alcalino, su exterior era tremendamente ácido. Por tanto, debemos comprender por qué se acidifica el plasma intersticial.
La respuesta la encontramos en el sistema de filtración de la sangre, con los pulmones, el hígado y los riñones (también la piel) como los filtros de las sustancias de desecho que entran en nuestro organismo, y el problema se origina cuando llegan más desechos de los que se pueden eliminar. Si se satura u obstruye el pulmón no podremos eliminar el exceso de CO2 (ácido carbónico), si lo hace el hígado acumularemos colesterol (ácidos grasos), mientras que si lo hace el riñón aumentará la presencia de ácido úrico y ácido oxálico. Por otra parte, si se obstruye la piel, también se verá afectada la eliminación de CO2, grasas y urea. Empezaremos por tanto a retener ácidos y el organismo, para evitar que varíe el pH de la sangre, retendrá los radicales ácidos libres en el espacio intersticial (entre la célula y el capilar venoso) a la espera de poder drenarlos.
Si este estancamiento de residuos ácidos entre el capilar y la célula se perpetúa en el tiempo, se dificulta la nutrición celular, puesto que los radicales libres destruyen los nutrientes e impiden que el oxígeno llegue a las células. Asimismo, al tratarse de residuos cáusticos, podrían quemar directamente la célula. Ante estas circunstancias, las células, que son seres vivos y tienen capacidad para reaccionar, pueden morir (por falta de oxígeno, quemadas por los radicales libres de su entorno) o defenderse para sobrevivir.
Si las células no sobreviven aparecen los fibromas y las fibrosis (los tejidos con células muertas son tejidos fibrosos) de diversas consecuencias para la salud dependiendo del lugar en dónde se formen, desde adenomas y otros tumores benignos hasta complicaciones más serias como fibrosis pulmonar, hepática o renal. La muerte celular está asociada también a enfermedades degenerativas como el alzheimer (muerte de las células cerebrales), parkinson (muerte de las células de la base del cerebro) y diferentes tipos de esclerosis (la mielina que recubre los nervios es atacada por los ácidos a su alrededor).
Las células pueden también sobrevivir, defendiéndose de la amenaza que supone el entorno ácido de diferentes formas:
• Reteniendo líquidos (agua) en el espacio intersticial para diluir los ácidos y permitir el paso de nutrientes desde el capilar a la célula.
• Convirtiendo los ácidos en sales por la sustracción de minerales (calcio, sodio, potasio) de otras estructuras como los huesos, lo que puede ocasionar otras complicaciones como osteoporosis, artrosis, artritis, etc.
• Drenando los ácidos desde el espacio intersticial hacia la piel o hacia las mucosas. Si drenamos carbónico, grasa y urea a través de la piel tendremos sudores ácidos y la piel se quemará causando enfermedades de la piel (dermatitis, psoriasis, eccemas) que no se curarán con una pomada, de fuera a dentro, cuando el origen del problema está en el interior. Si drenamos hacia las mucosas terminaremos padeciendo llagas de boca, de esófago, de estómago, colitis ulcerosa, etc.
• Mutando, o lo que es lo mismo, convirtiéndose en células tumorales (cáncer), pasando de vivir con poco sodio a vivir con mucho sodio (se alcalinizan para soportar el medio ácido), de vivir con oxígeno a vivir sin él (obteniendo ATP por vía aneróbica) y de utilizar proteínas levógiras a utilizar proteínas dextrógiras.
Solución del problema
Frente a la aparición de células tumorales la medicina académica viene proponiendo desde hace ya tiempo tres soluciones. En primer lugar, y si se puede, la extirpación del tumor mediante cirugía. En segundo lugar, también si se puede, el achicharramiento localizado de la radioterapia. Y como último recurso, el envenenamiento generalizado con la quimioterapia. Soluciones que además de ser tremendamente agresivas con el paciente, no impiden la reprodución y expansión de las células tumorales en muchos de los casos.
Sin embargo, del entendimiento del origen del problema se deriva una cuarta solución, que pasa por privar a las células tumorales del sustento y las condiciones favorables para su supervivencia (asedio), forzando la muerte celular programada (apoptosis). De este modo, las células dañadas y sus núcleos se encogen y con frecuencia se fragmentan, pudiendo ser eficientemente fagocitadas y, consecuentemente, siendo sus componentes reutilizados. Para lograrlo podemos recurrir a la acción conjunta de diferentes actuaciones:
• Alcalinizar al paciente para recuperar las funciones de los filtros y eliminar las toxinas del espacio intersticial.
– Dieta alcalinizante (predominantemente vegetariana). La elevada concentración de agua en frutas y verduras colabora en la limpieza de los filtros.
– Hidroterapia. Los poros se dilatan y se produce un gradiente de ósmosis por la diferencia de concentración salina (entre nuestra sangre y el medio líquido en el que nos sumergimos, diálisis percutánea). El baño se convierte en pulmón, hígado y riñón, y expulsamos ácido carbónico, ácidos grasos, ácido úrico… Baños termales en casa, con 2 kilos de sal en 100 litros de agua (la mitad de la bañera).
– Tratamiento natural (fitoterapia y oligoterapia). Infusiones de plantas que depuran los pulmones (tomillo, gordolobo, llantén), el hígado (alcachofera, cardo mariano, diente de león, boldo, desmodium) y los riñones (té verde, cola de caballo, arenaria). Una combinación de ellas sería una buena solución (p.e. tomillo, alcachofera y té verde). También oligoelementos que mejoran la actividad de los filtros y oligoelementos inmunoestimulantes.
– Tratamiento físico. Acupuntura, osteopatía, quiropraxia, fisioterapia, radiofrecuencia, magnetoterapia, musicoterapia, terapia fotónica…
• Privar a la célula tumoral del sodio que necesita para sobrevivir, con una dieta hiposódica (baja en sal).
• Matar de hambre a la célula tumoral con enzimas de acción selectiva que destruyan sólo proteínas dextrógiras (sustento de la célula tumoral).
• Oxigenar las celulas tumorales puesto que el oxígeno es tóxico para las células anaeróbicas, mediante ozonoterapia y enzimas que ayuden a liberar mucho oxígeno (peroxidasas). El simple drenaje de toxinas en los tejidos hara llegar también oxígeno a los mismos.
En estas condiciones, dejando a la célula tumoral sin medios de vida, se produce la apoptosis.